La exposición constante a las historias de dolor y sufrimiento van dejando a su paso impactos en quien acompaña, quien apoya a las víctimas en sus procesos de reparación. Estas afectaciones se dan a nivel físico, emocional, mental, relacional, existencial o espiritual. Entre algunos de los efectos observables se destacan el agotamiento emocional, el cansancio crónico, dolores y afecciones de salud, desmotivación, aparición de conflictos en las relaciones de manera más frecuente que antes, bajo rendimiento, pérdida de la fe o del sentido de vida y un estilo pesimista de relacionarse con el mundo” (OIM, 2016, citado por Centro de Memoria Histórica, 2023)
Dentro de los tipos de afectaciones, se encuentra el síndrome de burnout, el desgaste emocional, la contaminación temática, la fatiga por compasión, la traumatización vicaria, entre otros.
Es por esto la importancia de que los profesionales que atienden víctimas de conflicto armado y/o violencia sociopolítica, población vulnerable, migrante; entre otros, reciban espacios de cuidado emocional, en donde puedan recibir herramientas para la descarga,, espacios de conversación, pero también puedan identificar herramientas propias de autocuidado.
Teniendo en cuenta lo anterior, El Ministerio de Salud y Protección Social, expide la resolución 1166 de 2018, la cual adopta “los lineamientos para el talento humano que orienta y atiende a víctimas del conflicto armado (…)” allí se plantea desde el componente de cuidado emocional la necesidad de implementación de planes, programas, estrategias o proyectos institucionales de bienestar y protección de la salud en el ámbito laboral, para prevenir el desgaste emocional del talento humano que orienta y atiende a las víctimas.